12.01.2005

sobre las inefables lagrimas de un padre casi como cualquier otro...

Ah, amigos mios, yo se que hay sensaciones que son facilmente trasladables al papel, blog, etc... Y otras ciertamente imposibles de describir... Intentare ser lo suficientemente creativo, aunque lamento decirles que no creo que (por razones obvias) puedan llegar a olfatear siquiera por donde pasa lo que les voy a contar...
Hace algo asi como seis meses , Iñaki, mi hijo mayor comenzo a jugar al basquet en un club de barrio de La Plata, mas precisamente el Club Universal. Tres dias por semana concurre a entrenamiento, mira partidos por ESPN, sabe de memoria los nombres de varias estrellas de la NBA, usa siempre que puede la musculosa con el nombre del Manu Ginóbili... Y aparte de eso cada siete a quince dias juega partidos contra otros chicos de su edad , de otros clubes de la ciudad. A uno de esos primeros partidos concurrí un sábado de Agosto, una mañana fria, con toda mi paciencia de padre, conteniendo sus nervios ( no paraba de refregar sus manos contra su remera, ni habia podido dormir suficiente la noche anterior: era su primer partido "oficial"). Le di todas las indicaciones de padre del caso: jugá tranquilo, divertite, pasale la pelota a tus compañeros, y si tenes ganas, tira al aro, y si embocas, mejor, y si no, segui probando, que todo llega...
Me senté en la tribuna de madera, solo... Miraba el reloj, esperando que este momento fuera agradable, y corto... Y de pronto, como un imprevisto zarpazo al corazon (el mio no se caracteriza por ser sensible a emociones desacostumbradas) lo alcanzo a ver a Ñako que entra a la cancha, me mira con una cara entre sonrisa y miedo atroz y comienza a jugar... Toca una pelota, se la pasa a un compañero, corre a defender, marcando con todo su enorme cuerpo a quien le indicaron que marque, roba otra bola y sale corriendo hasta mitad de la cancha, la juega con otro compañero que se dirige veloz hacia la zona pintada, tira ... y falla. Y vuelta a empezar, Iñaki, que
sale disparado hacia el campo contrario y pica esa pelota debajo del aro y apunta, y tira , y no entra por poco, y nuevamente a la carrera hacia su lado del campo a neutralizar al contrincante, y no dejar que dispare comodo... Y van pasando los minutos y yo estoy como embobado, con un tremendo nudo en la garganta, con los ojos de vidrio liquido a punto de explotar y tragando saliva, y apenas gritando con hilito de voz, vamos hijo, que no quiero que se sienta presionado, ni tampoco que se note tanto la emocion que me corroe por dentro como si fuera un ardor dulce y placentero...
Suena la chicharra, termina el partido, y realmente no se si ganaron o perdieron, pero todavia me dura la pelota en la laringe que no me deja hablar con claridad... Entonces lo abrazo fuerte cuando sale de la cancha, contento y transpirado, y cansado de jugar y divertirse y probar y fallar y seguir probando... Y no puedo articular muchas palabras mas que un te quiero mucho chiquitito como el poquito de aire que apenas me pasa por las cuerdas vocales..............

1 Comments:

Blogger Nene Tonto said...

todos nene tuvo su obsesión cn el basquet. Incúido yo que soy un ente antideporte! je!

10:50 a. m.  

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