5.31.2005

viñeta de una tostada...

Tengo una rutina diaria: cada mañana, apenas me levanto, luego de darme un baño, me acerco a la cocina antes de vestirme y pongo a calentar el agua para el mate, luego saco el pan de la alacena y comienzo a cortarlo, mientras coloco el tostador sobre el fuego. Cada dia las rodajas de pan son distintas: a veces elijo cortar el pan transversalmente, otras lo corto a lo largo, las menos le doy cierto chanfle al cuchillo y asi obtengo formas mas alargadas, ovales. Luego, las coloco a fuego mediano, y me quedo cerca esperando que comiencen a largar ese aroma tan caracteristico, que empiece a concretarse esa magia de convertir un pan de consistencia gomosa en algo ciertamente delicioso, con un nuevo color, un nuevo sabor, un nuevo olor. Hay otra magia en las tostadas y es la de llevarme tiempo atras, a mi infancia, al momento en que alguien me enseño a hacerlas, a prestarles atencion para que no se quemen, a compartirlas...
Tendriamos aproximadamente 10 u 11 años, Gerardo (geri) era uno de mis mejores amigos, casi todas las tardes nos juntabamos en su casa a hacer los deberes, a jugar escalando paredes, a realizar experimentos con la vieja maquina reveladora de su papá. Una de esas tardes, mientras sus padres trabajaban el comenzó a hacer las tostadas para los dos. Quede tan impresionado ese dia que poco despues, una tarde en mi casa le propuse a mi mamá que yo podía hacerme cargo de preparar la merienda. Sentia una gran independencia en eso de aprender a manejar el poder del fuego de la cocina, el tiempo de dorado de las tostadas, la crocancia que yo queria darles...
Muchas mas cosas compartimos con Geri, esos años de preadolescencia, de tensiones pujando para salir, de enojos, de algunos golpes sin sentido (en ese entonces), y luego, el tiempo de la secundaria, en colegios distintos, a una cuadra uno de otro y tan lejos en nuestros dias por venir.
Recuerdo un viaje que hicimos juntos: el tenia una moto que le habian comprado los padres, recien habiamos cumplido los 14 y me invito a ir a pasear por el campo, hasta un lugar que se llama Las Higueritas, por el viejo camino a Gral Lavalle. Senti en ese momento que nos esperaba una gran aventura, los dos solos, devorando kilometros en la moto, por un camino de tierra... Pronto habiamos llegado, nos bajamos de la Honda 100, y 5 minutos mas tarde estabamos regresando... Quizas habiamos ido buscando algo que ninguno de los dos estaba todavia en condiciones de encontrar...
El tiempo siguio pasando, pronto dejamos de vernos, crecimos, apenas nos encontramos alguna vez por año en la panaderia de sus padres al lado del taller de mis viejos... Y despues, el final, inesperado, Geri que no encontraba para el un lugar en este mundo, y el tiro, certero, en la sien.
En un primer momento no senti realmente la ausencia, estabamos muy distanciados, no sabiamos nada el uno del otro el ultimo tiempo. Pero despues pude sentir que en ese disparo certero habia tambien un mensaje oculto para mi, que el no pudo entender para si mismo : si no encontras un lugar en este mundo, hacelo vos mismo, tomá la iniciativa, create el espacio, viví lo mejor que puedas, libremente...
Ya pasaron varios años de su muerte, sí que me hice un lugar en el mundo, y lo sigo luchando. A la distancia creo que podiamos habernos ayudado mas a comprender tantas cosas que hoy a mi me resultan mas que simples. Y cada 16 de setiembre, ahora si, a la mañana, me levanto sintiendo que lo soñé, que estuvo cerca mio, y entonces , en esa fecha, como cada mañana, tomo el pan, lo pongo a tostar, y cuando empieza a subir el aroma, sonrio, y vuelvo a vivir la magia de esos felices momentos de la infancia...

5.10.2005

pequeño ejercicio estilístico: "un dia en el año"

Es viernes, otro viernes de otoño. Las hojas de los cientos de arboles del loquero empiezan a colorearse de ocres y dorados, para luego caer en ese ultimo viaje hasta el piso. Entro, como casi cada dia, con mi mochila, con mis escasas ganas de viernes, con mi sueño a cuestas ( no estoy durmiendo bien ultimamente). Pero algo distinto se respira entre las calles del hospital, un ambiente festivo, una anormal alegria... Desconfio de mis sentidos, pero no, es tal cual lo veo y lo siento, algo esta por pasar. Ese aire alegre me infunde algunas fuerzas mas y me dirijo al consultorio. Sorpresa, pocos pacientes, los locos hoy no se sienten enfermos. Respiro aliviado, algunas veces mis ganas se quedan remoloneando en la cama, y hoy es uno de esos dias.
Preparo unos mates, me siento en el escritorio, hojeo el diario lentamente, los minutos pasan, vuelvo a levantar la vista, pero no, no hay nadie esperando que lo atienda...
A lo lejos escucho un sonido que el viento lleva y trae, a veces mas claramente: es una música pegadiza, una cumbia y mis pies se mueven suavemente, acompañando el ritmo. Poco rato después ya no puedo estar sentado. Estoy solo en el consultorio, me acerco a las ventanas, en las diferentes salas se nota movimiento. La curiosidad empieza a ganarme y salgo caminando hacia una de las barracas donde los locos pasan con mucha mas pena que gloria sus dias grises. Pero hoy es distinto, entre las nubes asomo un calorcito desacostumbrado para esta época del año.
Entro en la sala Bayle, una de las que menos me gustan del hospital: alli no puedo conseguir la mas mínima colaboración del personal, cada indicación médica es tomada como una afrenta, como una orden que rompe el statu quo del "funcionamiento": pero hoy esta todo muy raro.
Un paciente me reconoce y me saluda: Doctor ¿ ud va a la fiesta?. Fiesta? pregunto. Si, me contestan, hoy es el cumpleaños del hospital, 128 años...
Otro paciente recrimina duramente a un compañero por la ropa que lleva puesta, con una camisa que asoma por el cierre abierto del pantalon: ¿asi vas a ir a la fiesta?, anda a acomodarte la ropa, y luego, mas calmado, lo ayuda a vestirse.
Salgo de alli bastante contrariado. Sigo la musica y me encuentro casi frente a la dirección, donde terminan rapidamente de armar un escenario. Algunas pacientes bailan abrazadas o de la mano, se rien desaforadamente, corren, me saludan a los gritos, me invitan a bailar con ellas. Declino la invitación, argumentando falta de tiempo, y me voy, salgo del hospital...
Es lunes, son las 8:30 , entro al loquero, es otro lunes de otoño, las hojas , ocres y doradas hacen su ultimo recorrido hacia el suelo, hace frio, mucho frio.....